jueves, 25 de septiembre de 2008

Barcelona, ayer y hoy: Casaramona

En un principio era una fábrica textil ubicada en el Raval de Barcelona, pero se incendió y se construyó en el barrio de la “Font de la Guatlla” en Montjuïc (Avenida Marqués de Comillas 6-8). El edificio fue construido por Puig i Cadafalch y fue considera el mejor edifico de 1912. Como fábrica textil funcionó del año 1912 al 1920. Después se usó como almacén de la Exposición Internacional del año 1929 y tiempo después como caserna de la policía nacional.
El edifico actualmente pertenece a la entidad bancaria de La Caixa y pasó a llamarse “Caixa Forum”
El arquitecto japonés Arata Isozaki fue el encargado de su restauración y darle un toque contemporáneo mezclándose con el modernismo. También se ha hecho una ampliación.
Posee una de las colecciones más amplias de arte contemporáneo de España.
En estos momentos (del 19 de septiembre al 4 de enero) hay una exposición de Alphonse Mucha, creador y difusor del estilo Art Nouveau.










martes, 23 de septiembre de 2008

Josep Llimona- Joaquim Mir- Josep Graner (Casa Trinxet)

Esculturas de Llimona, como la chimenea. Pinturas y frescos de Joaquim Mir. Vidireras de Graner i Prats.




























Fotos: osbcn

viernes, 19 de septiembre de 2008

Puig i Cadafalch - La casa Trinxet

La casa Trixet estaba situada en la calle Córcega esquina Balmes de Barcelona. Fue construida en 1903 por Puig i Cadafalch. En la época del alcalde Porciones, en 1967 fue derruida y en el solar, Nuñez y Navarro construyó un horrible edificio de pisos. De nada sirvieron las organizaciones cívicas ni los medios de comunicación, una vez más ganó la especulación por encima de la historia y del arte. La idea de que la Casa Trinxet se convirtiera en el museo del Modernismo se desvaneció…
La casa pertenecía a Avelino Trinxet, tío del pintor Joaquim Mir i Trinxet, éste le hizo varios trabajos para esta casa, al igual que el ceramista Sebastián Ribó, Gaspar Homar o el escultor Joseph Llimona.

Varias piezas interiores fueron compradas por la familia Saula y llevadas a Calella, a la masía “Gall d´Or”. En el año 2004, después de muchos tiras y aflojas también se derruyó esta masía, entonces las hermanas Saula ofrecieron al municipio de Llançà (Girona) la donación al ayuntamiento, pero este, increíblemente rehusó dicha donación. Al final salieron a la venta pública por 600.000 €. Así finaliza la historia de la casa Trinxet, algo que nunca hubiera debido suceder.

































Fotos: osbcn

domingo, 14 de septiembre de 2008

Desnudos en la escultura funeraria (3)



Montjuïc (Barcelona)







Père Lachaise (París)




Père Lachaise (París)

jueves, 11 de septiembre de 2008

Thomas Mann en su padecimientos por Javier Marías 2ª parte


Aunque, como se ve, Mann no especificaba mucho, es de suponer que los ataques, excesos y perturbaciones debían estar relacionados con su mujer, Katia, madre de sus seis hijos. Sin embargo, las demás mujeres parecen haberle resultado del todo invisibles, a diferencia de los muchachos. Cuando fue a oír un recital de Rabindranath Tagore, se le confirmó la impresión que tenía de él: “Me parece una vieja dama inglesa muy distinguida”, pero en cambio no le pasó inadvertido que su hijo era “moreno y musculoso, de aspecto muy viril”. En el mismo acto quedó “cautivado por dos jóvenes que me eran desconocidos, guapísimos, quizá judíos”. Unos días después la compañía de un “joven lozano de dorados cabellos” lo sumió “en un dulce embeleso”, y unas semanas más tarde, un joven jardinero, “lampiño,, de brazos morenos y pecho descubierto, me dio mucho que hacer”. Agradecía enormemente al cine alemán de los años treinta que, a diferencia del americano o el francés, ofreciera “el placer de contemplar cuerpos jóvenes, sobre todo del sexo masculino, en su desnudez”.
Aunque despreciaba en general ese arte, poco dado a la palabra y representativo sólo del hombre vulgar y corriente, por suerte le reconocía sus “efectos sensuales sobre el alma”.
Es de temer que Thomas Mann, lejos del humor y la ironía que le atribuían algunos de sus lectores y conocidos, estaba siempre aquejado de melancolía, indolencia, ataques de nervios, pánico y torturas psicológicas, de variada índole, entre las que ocupaba un lugar destacado la irritación. A excepción de Proust (pero tan de otro modo), nadie como él explotó la asociación entre enfermedad y artisticidad , y en ese sentido puede decirse que desde siempre fue anticuado, ya que dicho vínculo tenía al menos un siglo de vida cuando él publicó su primera novela, “Los Buddenbrook” en 1901. Lo curioso del caso es que sus males y sus angustias eran de lo más estable: no lo abandonaban en ninguno de los lugares en que se vio obligado a vivir; exiliado de Alemania desde antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, aunque después del Nobel, que recibió en 1929 con mucha naturalidad. Lo que hace a su figura más noble es, a la postre, su inequívoca oposición al nazismo, desde el principio y hasta el final, aún cuando sus ideas políticas o apolíticas no fueran nunca muy claras ni quizá recomendables: lo que le parecía más deseable, en oposición tanto al fascismo como al liberalismo, era una “dictadura ilustrada”, expresión en la que el adjetivo es demasiado vago y connotativo como para que no sea el sustantivo lo que prevalezca en todo caso.
Lo malo de Thomas Mann es que creía no tomarse en serio, cuando si algo salta a la vista, tanto en sus novelas como en sus ensayos como en sus cartas como en sus diarios, es que se hallaba plenamente convencido de su inmortalidad. En una ocasión, para restarle méritos a su “Muerte en Venecia”, que un norteamericano alababa hasta el sonrojo, no se le ocurrió otra cosa que rebajarlos diciendo: “después de todo, yo era todavía un principiante cuando lo escribí. Un principiante de genio, pero un principiante al fin y al cabo”. Una vez que ya no lo era, se consideraba capaz de los mayores logros, y en una carta al crítico Carl María Weber le hablaba con desparpajo de “la grandiosa historia que algún día puedo escribir, después de todo”. Es conocida su admiración por el Quijote ya que aprovecho su lectura a bordo del vapor Volendam, que lo llevaba a New Cork, para redactar un tomito, “Travesía marítima con Don Quijote”, sin embargo, el sobrio y magistral desenlace de la obra de Cervantes no sólo le decepcionó sino que lo juzgó mejorable: “El final de la novela en más bien lánguido, no lo suficientemente conmovedor; yo pienso hacerlo mejor con “Jacob”. Se refería, claro está, al Jacob de su tetralogía “José y sus hermanos”, que en España sólo ha sido capaz de de leerse entera el paciente (y rencoroso por ello) Juan Benet.
Sorprende que Mann opinara que las grandes obras eran resultado de intenciones modestas, que la ambición no debía estar al principio ni anteceder la obra, que debía estar unida a ésta y no al yo de su creador. “No hay nada más que la ambición abstracta y previa,, la ambición en sí e independiente de la obra, la águila ambición del yo. El que es así se comporta como una águila enferma”, escribió. A la vista de sus propias ambiciones, tanto expresas como inexpresas, habría que concluir que la enfermedad que padecía el águila Mann no era otra que la ceguera. Al hablar de la muerte de un antiguo compañero de colegio, apostilló: “inmortalizado por mi en “La montaña mágica”. No cabe duda que tenía ambiciones y se tomaba en serio quien anotaba con seriedad en su diario un día de 1935: “carta en francés de un joven escritor de Santiago de Chile, informándome de mi influencia sobre la joven literatura chilena”. No puedo evitar llamar la atención sobre tres palabras: la primera es “informándome”, la segunda es “influencia”, y la tercera es “chilena”.
Thomas Mann tenía un porte solemne, sobre todo de espaldas, según los que lo trataron. De frente, la nariz, las cejas y las orejas (todas ellas picudas) le daban cierto aire de duende, reñido acaso con la solemnidad. Era vehemente en sus intervenciones públicas, hasta el punto en que en una ocasión se le pasó el tiempo durante una lectura radiofónica de su obra y no tuvo más remedio que interrumpirse en mitad de una frase y pedir disculpas. Su procedencia altoburguesa se manifestaba a veces en sus querellas con el servicio: “Ataque de rabia contra la criada Josefa”; “Cocinera desleal, criada sorda”, “Las nuevas criadas parecen servir apara algo”, “Todos los criados de nuevo amenazan con marcharse. Nauseas y odio me produce esa canalla indigna”, son algunos de los apasionados apuntes que al respecto pueden leerse en sus ocultos diarios.
Sus dos hermanas se suicidaron, como también su hijo Klaus, novelista más modesto y olvidado que él. Padeció mucho, por tanto, aunque en la muerte de su hermana Carla el dolor por la pérdida se mezcló con su reprobación porque se quitara la vida en la casa de la madre y no en otro sitio más adecuado.. Padeció también el exilio, y el salvaje odio de sus compatriotas, se hizo ciudadano checoslovaco y norteamericano, pero tuvo la satisfacción del más absoluto éxito literario a lo largo de su vida entera, lo cual pudo compensarle. Murió el 12 de agosto de 1955 en Zürich, a la edad de ochenta años, víctima de una trombosis. No hubo ironías a la hora de su muerte. Su familia tuvo el detalle de enterrarlo con una sortija de la que estaba muy orgulloso y nunca se separaba. La piedra era verde, pero no una esmeralda.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Thomas Mann en sus padecimientos por Javier Marías


La siguiente semablanza de Thomas Mann está escrita por Javier Marías y se halla en el libro “Vidas escritas”




Según Thomas Mann, toda novela resulta insulsa sin ironía, y desde luego él creía que a las suyas las recorría ese don de arriba abajo, creencia un tanto extraordinaria si se conocen algunos de sus novelones más célebres. Quizá su afirmación se comprenda un poco más si se tiene en cuenta que Mann distinguía claramente entre el humor y la ironía, y que juzgaba a Dickens sobrado de lo primero y escaso de lo segundo. Tal eso explique que Mann sólo obligue a sonreír a veces (uno percibe que él se estaba sonriendo al escribir) y que Dickens haga reír abiertamente cada pocas páginas.
Lo cierto es que donde jamás parece haber hecho sonreír Thomas Mann (ni siquiera a la fuerza) es en su vida personal, a juzgar por sus cartas y diarios, de una seriedad temible. Estos últimos, como es sabido, sólo pudieron verse a los veinte años de su muerte, en 1975, y, una vez leídos, la demora sólo es explicable por tres motivos: para hacerse esperar y darse importancia; para que no se supiera demasiado pronto que se le iban los ojos tras cualquier jovenzuelo; para que no se supiera lo mal que andaba del estómago y lo fundamentales que le parecían sus vicisitudes (las del estómago, quiero decir)
Cualquier escritor que deja sobres cerrados que no deberán abrirse hasta mucho después de su muerte está convencido de su tremenda importancia, y eso suele corroborarlo la apertura de los dichosos y decepcionantes sobres al cabo de la paciente espera.
En el caso de Mann y sus diarios, lo más llamativo es todo lo que le ocurría le parecía sin duda digno de ser registrado, desde la hora que se levantaba, hasta el tiempo que hacía, pasando por lo que leía y sobre todo por lo que escribía. Acerca de tales cosas rara vez, sin embargo, hace alguna reflexión sagaz, de modo que más parecen los diarios de alguien dispuesto a facilitar a la posterioridad la minuciosa reconstrucción de sus incomparables jornadas que los de alguien interesado en relatar hechos secretos o verter opiniones privadamente. Dan la impresión de que Mann pensaba en un futuro estudioso que exclamaría tras cada palabra: “¡Caramba, caramba, así que el Mago escribió aquel día tal página de El elegido y a la noche leyó versos de Heine, cuán revelador es esto!”. Más difícil resulta de prever la posible revelación y asombro que provocarían los insistentes informes sobre sus evoluciones estomacales. “Indispuesto, dolores de cintura causados por el colon y el estómago”, anota un día de 1918.
“Ligeros dolores abdominales”, considera oportuno destacar en 1919, y el mismo año precisa. “Pude hacer mis necesidades después del desayuno”. En 1921 las cosas no han mejorado, pero son igualmente dignas de reseñarse: “En la noche taquicardias y retorcijones de estómago”, o bien. “Indisposición, irritación intestinal”. Más adelante, en 1933 Mann sigue obsesionado y con razón: “Desayuné en la cama. Propensión a la diarrea”. No es de extrañar que un año después se queje: “Me duelen los intestinos”, ni que en 1937 tenga la suficiente lucidez para reconocer: “Tengo el estómago sucio”, para añadir: “Tuve dificultades al tragar la comida, que tuvo que ser pasada por el colador”. En 1939 se han invertido las tornas por lo que parece juicioso señalarlo: “Estreñimiento”. Menos mal que un año antes, en 1938 nos encontramos con un apunte más variado, aunque no menos asqueroso: “Pasé largo rato sin la dentadura postiza. Padecimientos”
No hay que creer sin embargo, que los diarios se ocupen sólo de tan prosaicos malestares: amén de informarnos de si tomó o no el ponche, le devolvieron por fin del tinte sus alfombras o visitó al pedicuro tras pasar por la manicura,, hay expresivos comentarios sobre la atormentada sexualidad de Mann. Por ejemplo: “Ternura”. O bien: “Noche sexual. Pero no se puede, quand même, desear la calma en ese campo”.O aún más problemático: “Ayer sufrí un ataque de índole sexual, poco antes de irme a dormir, lo que tuvo muy graves consecuencias nerviosas: gran excitación,, miedo, insomnio pertinaz, fallo del estómago, manifiesto en acidez y nauseas “ Y otra vez. “Excesos sexuales, los cuales, sin embargo pese a que me impidieron durante mucho rato conciliar el sueño debido a la excitación nerviosa, resultaron más bien soportables a un plano intelectual”. Esa mención del “plano intelectual” tal ayude a descifrar este otro comentario, francamente enigmático: “Perturbación sexual y perturbación en mis actividades ante la imposibilidad de negarme a hacer el articulo necrológico sobre Eduard Keyserling”. Finalmente el estómago y el sexo aparecen de nuevo unidos en esta optimista, o más bien crédula anotación. “Tuve que dejar de beber esa cerveza fuerte que se hace ahora, no sólo porque atacaba el estómago, sino porque también actuaba como afrodisiaco, excitándome y haciéndome pasar noches intranquilas”. Sea como fuera, el tono general es este: “Anoche, y también esta tarde, atormentado por el sexo”

Continuará…

Desnudos en la escultura funeraria (2)






Desnudos en la escultura funeraria (1)








sábado, 6 de septiembre de 2008

Antonio Mª Gallisà (Casa Sicart)

Antoni Mª Gallisà i Soqué (1871-1903) nació y murió en Barcelona. Su trayectoria no fue muy amplia, su vida se truncó a los 32 años.
Uno de sus trabajos arquitectónicos fue para Isidre Sicart (Conde de Sicart) en la calle Fontanella número 3 de Barcelona. La casa destacaba por un magnífico mirador de estilo neogótico. El inmueble tenía planta baja y dos pisos y fue construida a finales del siglo XIX.
Enrique Bernat (dueño de Chupa-Chups) compró la casa para hacer un edifico de oficinas. Por suerte al menos se salvó el balcón modernista, aunque ciego y engarzado en la fachada moderna. Por las mismas fechas se estaba ampliando El Corte Inglés que está al lado, al final, los grandes almacenes se quedaron con el nuevo edificio de oficinas.



















Casa Sicart

jueves, 4 de septiembre de 2008

L ´élégance du hérisson - La elegancia del erizo


Fragmento:


¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en las horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Si, ángel mío, así es el día a día: tediosos, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son en nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo. De un pasillo a las calles: entonces acaece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día volvemos a experimentar la tristeza del pasillo y, paso a paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena.
¿Vio él las calles? ¿Cómo se nace después de haber caído? ¿Qué pupilas nuevas sobre ojos calcinados? ¿Dónde empieza la guerra y acaba el combate?