miércoles, 10 de septiembre de 2008

Thomas Mann en sus padecimientos por Javier Marías


La siguiente semablanza de Thomas Mann está escrita por Javier Marías y se halla en el libro “Vidas escritas”




Según Thomas Mann, toda novela resulta insulsa sin ironía, y desde luego él creía que a las suyas las recorría ese don de arriba abajo, creencia un tanto extraordinaria si se conocen algunos de sus novelones más célebres. Quizá su afirmación se comprenda un poco más si se tiene en cuenta que Mann distinguía claramente entre el humor y la ironía, y que juzgaba a Dickens sobrado de lo primero y escaso de lo segundo. Tal eso explique que Mann sólo obligue a sonreír a veces (uno percibe que él se estaba sonriendo al escribir) y que Dickens haga reír abiertamente cada pocas páginas.
Lo cierto es que donde jamás parece haber hecho sonreír Thomas Mann (ni siquiera a la fuerza) es en su vida personal, a juzgar por sus cartas y diarios, de una seriedad temible. Estos últimos, como es sabido, sólo pudieron verse a los veinte años de su muerte, en 1975, y, una vez leídos, la demora sólo es explicable por tres motivos: para hacerse esperar y darse importancia; para que no se supiera demasiado pronto que se le iban los ojos tras cualquier jovenzuelo; para que no se supiera lo mal que andaba del estómago y lo fundamentales que le parecían sus vicisitudes (las del estómago, quiero decir)
Cualquier escritor que deja sobres cerrados que no deberán abrirse hasta mucho después de su muerte está convencido de su tremenda importancia, y eso suele corroborarlo la apertura de los dichosos y decepcionantes sobres al cabo de la paciente espera.
En el caso de Mann y sus diarios, lo más llamativo es todo lo que le ocurría le parecía sin duda digno de ser registrado, desde la hora que se levantaba, hasta el tiempo que hacía, pasando por lo que leía y sobre todo por lo que escribía. Acerca de tales cosas rara vez, sin embargo, hace alguna reflexión sagaz, de modo que más parecen los diarios de alguien dispuesto a facilitar a la posterioridad la minuciosa reconstrucción de sus incomparables jornadas que los de alguien interesado en relatar hechos secretos o verter opiniones privadamente. Dan la impresión de que Mann pensaba en un futuro estudioso que exclamaría tras cada palabra: “¡Caramba, caramba, así que el Mago escribió aquel día tal página de El elegido y a la noche leyó versos de Heine, cuán revelador es esto!”. Más difícil resulta de prever la posible revelación y asombro que provocarían los insistentes informes sobre sus evoluciones estomacales. “Indispuesto, dolores de cintura causados por el colon y el estómago”, anota un día de 1918.
“Ligeros dolores abdominales”, considera oportuno destacar en 1919, y el mismo año precisa. “Pude hacer mis necesidades después del desayuno”. En 1921 las cosas no han mejorado, pero son igualmente dignas de reseñarse: “En la noche taquicardias y retorcijones de estómago”, o bien. “Indisposición, irritación intestinal”. Más adelante, en 1933 Mann sigue obsesionado y con razón: “Desayuné en la cama. Propensión a la diarrea”. No es de extrañar que un año después se queje: “Me duelen los intestinos”, ni que en 1937 tenga la suficiente lucidez para reconocer: “Tengo el estómago sucio”, para añadir: “Tuve dificultades al tragar la comida, que tuvo que ser pasada por el colador”. En 1939 se han invertido las tornas por lo que parece juicioso señalarlo: “Estreñimiento”. Menos mal que un año antes, en 1938 nos encontramos con un apunte más variado, aunque no menos asqueroso: “Pasé largo rato sin la dentadura postiza. Padecimientos”
No hay que creer sin embargo, que los diarios se ocupen sólo de tan prosaicos malestares: amén de informarnos de si tomó o no el ponche, le devolvieron por fin del tinte sus alfombras o visitó al pedicuro tras pasar por la manicura,, hay expresivos comentarios sobre la atormentada sexualidad de Mann. Por ejemplo: “Ternura”. O bien: “Noche sexual. Pero no se puede, quand même, desear la calma en ese campo”.O aún más problemático: “Ayer sufrí un ataque de índole sexual, poco antes de irme a dormir, lo que tuvo muy graves consecuencias nerviosas: gran excitación,, miedo, insomnio pertinaz, fallo del estómago, manifiesto en acidez y nauseas “ Y otra vez. “Excesos sexuales, los cuales, sin embargo pese a que me impidieron durante mucho rato conciliar el sueño debido a la excitación nerviosa, resultaron más bien soportables a un plano intelectual”. Esa mención del “plano intelectual” tal ayude a descifrar este otro comentario, francamente enigmático: “Perturbación sexual y perturbación en mis actividades ante la imposibilidad de negarme a hacer el articulo necrológico sobre Eduard Keyserling”. Finalmente el estómago y el sexo aparecen de nuevo unidos en esta optimista, o más bien crédula anotación. “Tuve que dejar de beber esa cerveza fuerte que se hace ahora, no sólo porque atacaba el estómago, sino porque también actuaba como afrodisiaco, excitándome y haciéndome pasar noches intranquilas”. Sea como fuera, el tono general es este: “Anoche, y también esta tarde, atormentado por el sexo”

Continuará…

1 comentario:

anicca dijo...

Me pregunto que buscaría Julian Marías en un diario privado. La reflexiones de T Mann están en sus libros, sus conferencias, sus discursos... qué mas necesita saber? bueno es frecuente la curiosidad sobre la vida cotidiana de los pensadores y/ creativos, pero vale exigir al otro que escriba o haga lo que yo escribiría o haría?