jueves, 28 de mayo de 2009

Mar de fondo (Blanca Sandino)


MAR DE FONDO
«Nunca se llega al fondo. Ni uno sabe
quién muere cuando entierran nuestro nombre»

Julia Uceda.


(Sin embargo, sé que en la partida hacia el nunca
escucharé timbales y laúdes, y saldrás a mi encuentro,
amor, y escucharé mi nombre).

I

No rociéis agua bendita, la resignación me posee,
me intuye, me penetra, dobla mi cuerpo
hasta tocar estratos: la tierra me recibe.
Dejadme, no escucharé las campanas
aunque éstas me convoquen.
No, no me retengáis más,
debo dar testimonio de mí
cuando la noche abre las puertas de mi armario
y huye una jauría de suéteres, de faldas, de zapatos.
Quedo así, desnuda, a la intemperie, cada hueso en su sitio,
con los ojos ocultos en la cripta donde descansa el sueño.


II

Olvidado mi nombre, desconociéndome, siento
cómo mis dientes me roen, me mastican.
Pero en lo profundo, en el fondo, acorralando al tiempo
-intrínseco mi germen- allí donde, inversa, inalcanzable,
crece la raíz y el corazón del verso, a la espera de sentencia
y verdugo me encontrarás, aguardando la llegada
de un mareal alto que me arrastre -cadáver sin espinas-
hasta la playa donde las clepsidras no existen,
donde el amor no es más que amor
(no es más que amor),
recordándote en la armonía
que guarda entre sus números lo exacto.


III

Y aunque pesan los huecos vacíos de mi nombre,
no me inclino, me arropo con los siglos, y oro.
Oro por mis objetos cotidianos.
¡Óyelos!, se rebelan: con un estruendo perforan los conjuros,
y extienden ante mí predicciones solemnes, oceánicas
(reverbera la luz en mis nudillos y me duelen las manos de enterrarme);
ellos recomponen el guión: otra vez el mismo foco
hundiéndose en mi espalda, otra vez idéntico el atrezo,
otra vez el mismo personaje: cae la guillotina, cruje,
rueda sobre la arena, alargada,
la cabeza de mi sombra.
(Mutis de aplausos).
Mas, mientras entra a escena -andrajoso- Abril,
y me roza la podredumbre de sus aguas: las gotas
maduras de las nubes, y huyen de la sentina las ratas,
y a sobresaltos crezco, el tiempo, confundido,
se contempla, cambia su máscara, su rostro muerto, y sonrío.


IV

Engañado, he cambiado su rumbo, lo he conducido
hasta el mar -tu mar- por recordar quien soy,
por no olvidarme, ni olvidar que te amé.
Para que puedas llamarme por mi nombre, y que así lo recuerde.


V

No insisto en salvarme: lo bello de dormir es... no despertar.
Saber que en la partida hacia el nunca escucharé timbales
y laúdes, saldrás a mi encuentro, amor;
será tu tiempo el mío, y el sol un lienzo colmado de naranjas.
Ésa eres tú, dirás; y así una vez, y otra, y otra.
Pero hasta entonces, ¿cuántas palabras,
cuántos silencios han de guardar mis labios?


Blanca Sandino

1 comentario:

Horchata Frappé dijo...

Muchas gracias, por tanta hermosura de contenidos, mi querida amiga. Un abrazo.
a.