domingo, 6 de mayo de 2012

Villa Urania la casa de Josep Comas i Solà


Qué triste es hablar de causas perdidas, pero hasta que no llega el último momento el ser humano se agarra a la esperanza, en este caso el “último momento” llegará el próximo lunes, día 7 de mayo, no hay dudas, hay un cartel explícito que así lo anuncia.

La foto superior se puede apreciar que la reja fue cortada, hace suponer que para sustraer los dos leones que adornaban la escalera a ambos lados.




Los familiares de Josep Comas i Solá, llevan años luchando, Pau Senra Petit bisnieto de una hermana de Comas dice que el astrónomo legó la torre, no el jardín y que el consistorio ha “modificado” para hacer cuadrar sus intereses.


Otra incongruencia es que el ayuntamiento les había dicho a los vecinos que debían demoler la torre por su mal estado pero los técnicos del ayuntamiento se paseaban (ya han quitado el cableado eléctrico) sin casco u otras medidas de protección por un lado y por el otro hasta hace ¡dos años! Aún existía en la torre un parvulario funcionando con toda normalidad ¿en dos años ha llegado a ese terrible deterioro?


                                                         Parte posterior de la finca

La finca se encuentra en la calle Saragossa, 29, tiene otro acceso por Vía Augusta, 102-104, es en ese muro dónde está una placa en la que podemos leer: “ En su observatorio de esta “Villa Urania” José Comas Solà descubrió en 20 de marzo de 1915 el planeta Hispania (804) primero de la serie de astros descubiertos por el que fue primer director del Observatorio Fabra. 1868-1937.


Fue construida en 1868 de estilo neoclásico, con un terreno de 914 m², de ellos 724 m² pertenecen al jardín. En un mar de bloques de edificios encontrar una torre del siglo XIX o principios del XX es como encontrar un oasis, inmediatamente te lleva a tiempos pasados, hace sentir una paz interior, la vista agradece ver frondosos jardines. Una finca así, en nuestra maltratada Barcelona se tendría que considerar per se como patrimonio de interés.




El ayuntamiento dilapida nuestro patrimonio común, ¿Cuántos lugares de interés perdemos por los intereses de otros?

Es de agradecer la labor de Dani Cortijo para hacer llegar el caso de esta nueva barbardad.

El lunes próximo las estrellas llorarán otra vez….



viernes, 4 de mayo de 2012

Heinrich von Kleist (1777-1811)


Un día de otoño, hace unos años. Si se trata de la sepultura misma o solamente una lápida conmemorativa en el lugar de la desgracia, no lo sé.Aquí se quitaron la vida Heinrich von Kleist y su amada, Henriette Vogel. Altos robles de hojas doradas, a la izquierda el pequeño Wannsee, delicados ásteres en una maceta, cerca de la piedra una tabla de madera con una exhortación dirigida a quienes nacieron después: "Aquí buscó la paz el alma agitada del poeta. Cuida la naturaleza que aquí lo abraza amorosa" La letra pequeña es un poco menos schubertiana: "Parques públicos protegidos, Ley de 3 de noviembre de 1962". Antes de venir volví a leer el acta de sus postreros días, las cartas que los dos escribieron. El historiador francés Pierre Nora dio el nombre de lieux de mémoire a lugares como éstos, y acertó. Uno quisiera pensar algo, pero no tiene tan claro como acertar. Los muertos y sus momentos apasionados siguen siendo inalcanzables, y quizá todos los impotentes pensamientos que acuden  a nuestra mente confluyen en aquella palabra que tanto utilizó el poeta, hasta que casi llegó a pertenecerle en exclusiva. László Földényi, en su imponente libro "Heinrich von Kleist. Im Netz der Wörter" dedica al Ach de Kleist un capítulo propio, que además coloca al prinicpio del volumen.
Los personajes de Kleist no suspiran cuando les faltan las palabras, sino cuando se han acumulado tantas en ellos que ya no pueden hablar. Quieren decir tantas cosas de una vez que ya no pueden proferir ni una palabra. Entonces, la acción es interrumpida durante un instante por un mutismo sin palabras (pero tanto más elocuente). El Ach! interrumpe la acción no sólo en la forma de un suspiro (de un lamento, un gemido, un resuello, un grito de júbilo o un chillido) sino también como fenómeno tipográfico. El suspiro (Ach!) es una expresión del típico radicalismo kleistiano, de acuerdo con el cual la situación sólo puede aclararse cuando previamente se ha sumido en la confusión de  manera irrevocable.
Aquí se ha logrado, piensa uno involuntariamente, y como este pensamiento es demasiado banal para el lugar en que me encuentro, no se me ocurre cosa mejor que arreglar un poco los ásteres de otra manera, y luego dejar solos al poeta y a su Henriette debajo de los robles, a la orilla del Wannsee, dónde, después de su muerte, sucedieron cosas aún mucho más terribles.

Del libro "Tumbas de poetas y pensadores" de Cees Nooteboom.
Fotografías de la red.